Las enfermedades crónicas son aquellas que, por lo general, se prolongan en el tiempo o que incluso empeoren y además no se curan. Algunos ejemplos podrían ser el cáncer, hipertensión, diabetes, artritis… Son enfermedades que a lo largo de los años la medicina ha sabido sobrellevar y darle la mejor calidad de vida posible a los pacientes, pero como a menudo ocurre, estos pacientes se acaban enfrentando a un desafío para su salud mental debido a la incertidumbre que se puede llegar a sentir.
Una enfermedad crónica puede llegar a producir mucha incertidumbre
en la persona que la padece, ya que suelen ser permanentes y pueden llagr a empeorar
gradualmente con el tiempo. Además estás suponen en términos generales un
cambio de vida en los pacientes, como dejar actividades y adaptarse a las
nuevas limitaciones físicas, así como menor desempeño laborar o social. Y, con
el paso del tiempo, estos sentimientos negativos pueden afectar emocionalmente
al paciente y afectar al progreso de la enfermedad.
Muchos autores insisten en integrar una perspectiva de salud
mental a la hora de tratar una enfermedad crónica, teniendo en cuenta los
siguientes puntos:
· Los factores de riesgo de una enfermedad crónica se incrementan si, además, el paciente padece una enfermedad mental, es decir, que los trastornos mentales son un factor de riesgo en sí.
· Las personas con depresión presentan 3 veces mayor riesgo a no adherirse al tratamiento médico.
Es por estos motivos que es necesario incluir la salud
mental en el curso de una enfermedad crónica, ya que de no hacerse supondría un
gran riesgo para los propios pacientes ya que su tratamiento se vería afectado.
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